La sensación de que el tiempo pasa más rápido a medida que envejecemos es una experiencia común. Si bien puede parecer un truco de la mente, esta sensación tiene sus raíces en cómo nuestro cerebro procesa los recuerdos, los cambios y el gran volumen de experiencias acumuladas a lo largo de la vida.
La psicología de la percepción temporal
Los psicólogos explican que nuestra percepción del tiempo no es constante. Más bien, es relativo. Para los niños, los días y las semanas constituyen una porción mayor de su experiencia vital total; por lo tanto, el tiempo se siente más lento. Por el contrario, para los adultos, especialmente los mayores, una semana o incluso un año representa una fracción más pequeña de su esperanza de vida total, lo que hace que parezca que pasa rápidamente.
La profesora Cindy Lustig de la Universidad de Michigan señala que esta percepción está ligada a cómo miramos hacia atrás en el tiempo. Una persona que ha vivido ocho décadas percibirá que el tiempo se acelera porque en su memoria destacan menos acontecimientos novedosos en comparación con alguien que sólo tiene ocho años.
“Cuando mires hacia atrás, cuanto menos rica sea tu representación, más te parecerá que el tiempo pasó rápido”.
El papel de la novedad y la rutina
Nuestros cerebros están programados para notar cambios. Cuantas más experiencias nuevas tenemos, más recuerdos distintos se forman, creando la ilusión de un pasado más largo. Por eso los niños, que aprenden constantemente y se enfrentan a situaciones nuevas, perciben el tiempo como una extensión.
Adrian Bejan, profesor de ingeniería mecánica en la Universidad de Duke, explica esto a través del procesamiento de imágenes por parte del cerebro. Los bebés absorben una avalancha de nueva información visual, lo que contribuye a una percepción más lenta del tiempo. En la edad adulta, la afluencia de nuevas imágenes se ralentiza, lo que hace que el tiempo parezca comprimido.
Seguir una rutina rígida exacerba este efecto. Cuando los días se mezclan entre sí sin variaciones significativas, el cerebro los agrupa, haciendo que el paso del tiempo parezca más rápido.
Cómo ralentizar el tiempo (o al menos sentir que lo eres)
Aunque no podemos alterar el flujo real del tiempo, podemos influir en nuestra percepción del mismo. Los expertos sugieren introducir novedad en nuestras vidas. Adoptar un nuevo pasatiempo, viajar a lugares desconocidos o tomar una clase puede crear recuerdos nuevos que amplían nuestra experiencia subjetiva del tiempo.
Bejan enfatiza que la variedad es clave: liberarse de la rutina y buscar activamente nuevas experiencias ayuda a que el año sea más pleno y significativo.
Además, practicar la atención plena y centrarse en el momento presente también puede ralentizar nuestra percepción del tiempo. Los estudios de laboratorio sugieren que estar plenamente involucrado en una actividad amplía nuestro sentido de duración.
En última instancia, si bien es posible que no tengamos control sobre el reloj, sí tenemos control sobre cómo experimentamos el tiempo que tenemos. Al aceptar el cambio y vivir plenamente el momento, podemos aprovechar al máximo cada segundo.
